Cumbia bajo la lluvia: Los Mirlos y la magia del Quito Fest 2024
Crónica por Dominique Brown y fotografías por Roberto López (Loma Concerts)
Crónica del primer día del Festival Internacional Quito Fest en Ecuador para Perú y el mundo. La presentación de Los Mirlos y otros proyectos musicales que debes conocer.
Los Mirlos: primer día de Quito Fest
Por: Dominique Brown
El mes de noviembre anunció el cartel musical del muy esperado Festival Internacional Quito Fest. Bandas nacionales e internacionales han ido tejiendo el enjambre sonoro por 20 años, casi siempre en el marco festivo de fiestas de Quito los primeros días de diciembre.
El termómetro de celebración a Quito carita de Dios es palpable en el colapso del tráfico vehicular. Se habría alentado a quienes asistirían al festival que se desplazaran vía transporte público. Me ha tomado todo el año desde que inauguraron el Metro de Quito el abordar una de sus cápsulas, haciéndome sentir que viajaba en el tiempo y que estaba en otra ciudad.
Subo de los valles a la urbe y elijo abordar el transporte futurista en la estación La Carolina por tres paradas hacia El Labrador. Continúo a pie hacia el ingreso. Negocios independientes de comida, bebida y accesorios presentes en el largo corredor de concreto que conduce al escenario musical en el Parque Bicentenario, el antiguo aeropuerto internacional de la ciudad hacia el Norte. Los vendedores ambulantes me acechan para que me lleve un poncho de agua, (tengo el mío en la mochila); saben que la lluvia viene asistiendo históricamente a la mayoría de ediciones del festival.
Llego, me registro y me dirijo a la carpa de prensa y medios que me sorprende porque es estrecha y no hay dónde sentarse. De paso escucho las instrucciones de quienes coordinan comunicación. Me contraigo cuando entiendo que las rueda de prensa para cada proyecto musical ocurriría durante la presentación de otra. Supongo que eso hace sentido para el periodismo musical tradicional. Eso no funcionaría para mi agenda ideográfica. Escribir sobre la agrupación peruana de cumbia amazónica Los Mirlos como corresponsal local para el medio compatriota Así Suena Perú es la misión inicial. Además de conducir la atención de los que por aquí pasen hacia increíbles proyectos musicales de mi país y compartir en paralelo la experiencia de beber melodías de la cocina sonora internacional.
El espacio que ha de contenernos los próximos tres días es infinito. Lo aprecio desde distintos puntos y entiendo mejor su distribución. Adentro: carpas blancas que se suceden con distintas ofertas, todos los manjares típicos, embajadas de varios países, y la merch de los proyectos musicales que se subirán a escenario. Sillas y mesas plásticas se concentran en el medio, cerca de la entrada del lugar bajo una carpa larga para quienes quieran disfrutar sentados. Banderines azules y rojos en las alturas perfilan los espacios. La policía, paramédicos, personal de seguridad y los bomberos rondan la inmensidad en grupos y se entreveran entre el público que asiste de pie. La torre de control de sonido se ubica en la mitad del espacio y al fondo se pronuncian pomposos los dos escenarios idénticos con enormes pantallas que los separan. El entreverado lumínico y de amplificación intimida.
La Banda show 24 de mayo da inicio al primer día. Una orquesta local numerosa. Visten ponchos rojos y blancos, trajes lilas tornasolados, lentes oscuros y sombreros de paja toquilla. La sección de bronces se hace presente apoyando los cantos tradicionales de la herencia musical capitalina para que empiece la fiesta de la música. Percusión, teclas, bajo y baile lo sostienen. Habito la experiencia desde la sección exclusiva para prensa al pie del escenario, desde ahí hago fotos y videos y me detengo en los detalles. Manejo una cobertura en movimiento, por momentos salgo a compartir con el público en las afueras, observo, recibo y me dejo envolver con el hilo conductor polifónico que nos sujeta a todos por las orejas.
La cuenta regresiva del tiempo en escenario llega a cero en una pantalla discreta que me es posible ver e inmediatamente arranca el siguiente número programado en la tarima de al lado. La Sagrada Familia toma la posta con una orquesta considerable para avivar los ánimos de la gozadera con tonos tropicales que exigen se les responda moviendo el cuerpo.Mel Mourelle los releva con su rap exquisito, político y poderoso desde Esmeraldas, la provincia verde de la costa de Ecuador. La fusión del fuego y la dulzura de su voz se desborda con un manejo decidido en escenario, bailarines la acompañan y enfatizan su mensaje que se contrasta con visuales coloridos y dinámicos. Ruda es su último sencillo y da mucho gusto apreciarlo en vivo con todo lo que preparó.
Para Wañukta Tonic me orillo apoyándome en las rejas que delimitan el espacio y lo separan del público. Se me acerca una señora campesina que carga a su nieto en la espalda, un pequeño con preciosas pepas enormes que sólo saben mirar el espectáculo con todo el asombro que caben en ellas. “¿De dónde es el señor?” me pregunta ella señalando a Alex Alvear, el cantante. “De aquí, él es de aquí” le cuento. “Es que me parece que escuché una palabra en kichwa” me dice. “Sí, es que él está muy conectado y envuelto con la música de Imbabura” le digo refiriéndome a una de nuestras provincias de la sierra norte. “A qué lindo, si está bonito la música”, comparte ella
afirmando sonreída. Conversamos un rato y me cuenta que acompañaba a su hija que estaba con su negocio en los días de festival. Doña Carmen Acero. Le digo que Carmen significa “canción” y le gusta, comparto que ese era uno de los nombres de mi abuela y nos despedimos.
El cartel continuó entonces con Machaka, otra propuesta local que incluía dos coristas adicionales para fortalecer su propuesta denominada ecuadorian sabrosura. La Mafia Andina conjuró una primera aparición tímida de lluvia con su sedicioso performance. Encendió el fuego sagrado en tarima que supo levantar la primera chispa del arte que arde cuando invoca a la conciencia, armonía que volvería a sonar más de una vez a través de otros proyectos musicales. Levantando la bandera por los pueblos originarios, La Mafia acuerpó la lucha, denunciando las estructuras políticas impuestas, incendiando la rabia que suscita tanta injusticia en un marco herido y actual sin dejar de coronar la pureza de la herencia ancestral. Rap, Hip Hop y la voz Andina de nuestras montañas se agitaba en el ambiente. Taki Amaru, la voz del proyecto se dirigiría al público y diría, entre tantas cosas: “Porque cantar a la patria es una mentira, tenemos que reconstruirnos”.
Y es que su mensaje era esa lluvia que alivia y calma por un instante el malestar, lo reconoce. La situación política de momento en Ecuador deja mucho que desear. Apagones por meses han afectado profundamente a la cadena productiva del país. El sector cultural se amortigua además de otras dolencias que padece teniendo que cancelar presentaciones a último momento, perdiendo recursos invertidos. El público se encoge, prefiere quedarse en casa y evitar las dificultades de movilizarse a oscuras y se resguarda de la inseguridad que se inflama cuando cortan la luz.
República Dominicana se representaría en escenario a través de las tres artistas que conforman Mula, abrigando con calorcito caribeño una tarde en la que bajaba la temperatura con sonidos electrónicos de un porvenir moderno. Recibir su show se tradujo a cuerpos bailándose risueños con soltura y ligereza. Despegarse del suelo y flotar en su propuesta fue una agradable transición que matizaba el ánimo de lo que vino antes.
Hipnotizada sostuve mi atención en el acto de Mugre Sur que vino después, lo esperaba. Su puesta en escena estaba plagada de representaciones simbólicas socio-políticas, personajes, escenografía y performances que hacían un contrapunto potente junto a sus letras. Muchos de sus temas son himnos que cuidan la memoria de nuestra historia. Invitado a cantar el tema que comparten, Guanaco disertó el tema Amnesia: “Por generaciones pateando la misma piedra/ en el mismo callejón sin salida de este país rico pero en quiebra/ viviendo en una mezcla de desinformación, corrupción y amnesia”. Poco después de iniciado el show, se catalizó una lluvia furiosa, se abrió el cielo y se dejo caer para cantar usando su voz de agua como una más entre público. “Somos la suma de muchas restas/ hijos del suelo sumidos en amnesia”.
La ejecución del proyecto musical despertó más adelante la preocupación del gobierno de turno, el mismo que habría hecho posible el festival. El estado emitió un comunicado denunciando la utilización del espacio cultural para el fomento del odio y la división ciudadana. El arte es una herramienta que nos recuerda la esencia libre con la que nacemos. Uno de los alcances más importantes que esta llave ha de portar es la posibilidad de cuestionar, incomodar y desenstancar para poder revisitar cómo vivimos y cómo merecemos vivir honrando el bienestar colectivo.
El furor de la lluvia se recogió para dar lugar a la cumbia chichera de la Papaya Dada. Letras de amor y desamor, la cotidianidad, Julio Jaramillo y las formas de ser de nuestra cultura se cocinaban junto a colores neones de los visuales. Sus atuendos fucsia y el brillo de luz refractado en los vientos. Con tintes de jazz fusión en un fondo de música tradicional, esta orquestación se daba modos de interactuar con el público con distintos llamados y propuestas.
Siguiente acto. De negro, las siluetas perfiladas de los músicos y su instrumentación con un fondo sepia en la pantalla proyectaba la cuenta regresiva para que inicie una nueva entrega. El distintivo logo de “Los Mirlos” empezó a develarse prendiéndose fuego desde el centro. De la misma manera se me encendía el pecho.
Jorge Rodríguez inauguró el espectáculo diciendo “¡Buenas Noches Quito! Y las manos arriba. En el año de su fundación también, 421 años, aquí en Quito Fest”. La Danza de Los Mirlos empezaría a sonar y la emoción se fermentaría veloz. Una de las puestas en escena más esperadas sin duda, bajo la lluvia, porque no había de otra. La cumbia peruana amazónica psicodélica que vienen compartiendo por generaciones se siente como un lenguaje que también nos pertenece a los ecuatorianos. “Pura selva, pura selva” diría en algún momento Jorgito liderando la agrupación.
Foto: Roberto López – @loma.concerts
Bailar el frío y viajar propagados el espíritu tras movimientos lisérgicos sonoros era inherente para todos. La fraternidad por la proximidad de nuestros territorios y lo mucho que compartimos de legado cultural concluyó con el agradecimiento “Gracias Ecuador, nuestros hermanos,vecinos!”. Levantaron entonces las banderas de Ecuador y Perú para hacerse una foto desde el escenario junto al público. El show nos dejó a todos fascinados, muy cantados y bailados. En la rueda de prensa se realzó esa cercanía que nos hermana. Les pregunté qué simbología tenía representar su música en una ciudad como Quito, que también tiene profundas raíces andinas. Me hablaron de la complicidad que nos atraviesa y que la música hace lo suyo sin entender de fronteras, celebraban el privilegio de recibir lo mejor que cada proyecto musical tiene para ofrecer. Finalizada la ronda de preguntas de la prensa les pedí una foto. No sabía dónde ubicarme y don Jorgito me dijo, “vengase por acá a la mitad que usted es la reina”. Y salí ahí, retratada, en la mitad del mundo, en medio de Los Mirlos en el marco del Quito Fest.
Foto: Roberto López – @loma.concerts
Regresar a los escenarios me permitió disfrutar unas pocas canciones de la orquesta de cumbia argentina La Delio Valdéz. Incontable y con un garbo que respetaba una paleta de color exquisita rayando en negro y morado-platinado. El pelo, la ropa, los zapatos y la energía. Dos trombones, dos saxofones, trompeta, güiro, clarinete, batería, percusiones, dos guitarras, bajo y las voces. Acto seguido y para cerrar el primer día: La legendaria Rocola Bacalao, la Rocolita. Recuerdo esta banda desde que estaba en el colegio así que la nostalgia de tiempos idos y experiencias vividas se desenrollaban sin esfuerzo. Muy preparados para interactuar con el público, la Rocola lo dio todo mientras se retroalimentaba de las letras coreadas plenas desde el mar de gente del Bicentenario. “Todos ustedes son esa gente, los que no bajan la cabeza” fue uno de los sentidos mensajes que pronunciaron.
Habiendo estado de pie por casi 10 horas, cargando mi mochila, bajo la lluvia, salí algo antes de que se terminara la presentación de la Rocola con mi colega fotógrafo Roberto López de Loma Photography con quien navegamos y documentamos los performances. Le agradezco haya capturado los momentos más importantes de mi cobertura. Salir cuando salimos fue un acierto, salir musicalizada por Yo Quiero Ser Cowboy no tuvo precio. Saliendo algo antes evitamos el éxodo de las miles de personas que al finalizar el evento se dirigirían al Metro para retornar y quizás volver a hacer todo de nuevo al día siguiente.
Una especial mención a La Zorra Zapata, artista peruana que supo conectarme con Emperatriz Zambrano de Así Suena Perú quien tuvo la apertura de recibir mi propuesta loca de retratar la música desde lo que despierta, confiando en que la escritura también nos permite escucharnos y descubrir lo que aún está por sonar.
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